No es difícil dar con el museo de los Colli (Col Li, después de una larga conversación); claro, si eres parte de los alrededores o tienes una gran corazonada de a dónde irás. Ubicarás después de una corta caminata sin asfalto una casa elevada, y ahora ya notoria, un anuncio de que estás donde querías llegar.

Tu guía, representante, administrador, y elaborador será Enrique Niquín: sí, el mismo descubridor e historiador autodidacta te abrirá la puerta, y te llevará a conocer brevemente sus años como investigador en la zona.

No escapa el entorno. No puedes asimilar que un centro cultural pueda trabajar en ese estado, pero todo parámetro se escapa de la mente cuando sabes que Niquín fue el único que abrió paso a sus sueños, y siguió caminando sin mano permanente alguna.

centro cultural collique

Enrique no es solo una persona de 64 años que elabora sus propias cerámicas mientras trabaja; es un idealista, un soñador, un artista, un ídolo: es un bohemio que hace unos 25 años se embarcó en un proyecto sin algún interés lucrativo ni menos empresarial, sabiendo que este podría costarle el resto de su vida. La sociedad lo ignoró. Lo ha dejado bajo la filosofía de que no es posible que políticos o personas aprendan sobre cultura, que los presupuestos anuales se enfocan en cualquier otra cosa menos la memoria de la zona y que sus vecinos no entienden de planificación.

artículo dedicado a niquín por el comercio

Fue un orgullo suyo saber que estudio arquitectura. Es una alegría tan emocionante y perceptible cuando puedes hallar a alguien que comprenda tus mismos intereses, y más aún, cuando tus sueños no se ven truncados por ti, sino por tu alrededor.

Enrique me enseña lo tan grande que puede ser algo y alguien que ha sido tan minúsculo visualmente por tantos años. Me enseña sus metas, su sinfín de objetivos aun a su edad: poner vidrios a sus cerámicos, ponerle un piso a la tierra del cuarto donde se exhiben sus huacos, cambiar el techo por uno de concreto, y por qué no, tarrajear las paredes, que tanto le costó hacer su fachada. Hay un mal: el dinero. El dinero que Enrique le cuesta juntar, y todo lo que tiene, se lo dedica a su museo hecho por él.

Enrique no se ha rendido. Es un optimista. Quiera verme yo como él a su edad, con tantos sueños y sacando adelante mis propósitos que pocos oyen.

Luego de una charla y un tour por su noble hogar, me pide una colaboración de dos soles, mientras me da un folleto y me muestra un libro que quiere sacar el mes siguiente, luego de juntar dinero.

Lo tuve que dejar por prisa suya. Estaba yendo a vender al municipio una maqueta hecha por él, para poder conseguir dinero, mientras me dice que no es ningún problema, que puede crear otra si es necesario. Vaya, señor. Usted se ha ganado no solo un amigo, sino también mi admiración y mi respeto.

página relacionada
https://www.facebook.com/colliquemonumental/